Conforme pasa el tiempo, su aroma se percibe diferente. Cuando está fresca sabe a llanto, a sollozos y dolor. Arde desde el pecho hasta el amargo nudo que se forma en la garganta, con cada respiración.
Pero cuando pasa el tiempo y se añeja, la muerte huele a recuerdos. Deja un sabor en los labios, de una lagrima silenciosa, que se derrama desde una mirada perdida en memorias; en remembranzas de momentos que fueron dulces alguna vez y que, jamás se repetirán.
Me acompaña en todo momento, mofándose de mis miedos. Se disfraza de aliada o enemiga. ¿Quién domina el tablero, cuando uno es quien asesina?
Desde siempre y hasta el final, tomada de mi mano camina.
Hace falta vida solamente, para experimentar cómo es que se siente, el misterioso perfume de la muerte.